A continuación dejo el relato ganador del concurso de este año de los 101km en 24h de Ronda, que no es todo correr, andar o pedalear (mas en "X LA VIDA"):
"CAMINO HACIA LA VIDA - POL KOUREL
Mientras el avión se acercaba al aeropuerto de Málaga, por la ventanilla veía, gracias al hermoso día de primavera, la belleza del Mediterráneo acariciando las playas de la Costa del Sol, y a lo lejos adivinaba los cerros de la Serranía.
Pese a que llevaba años esperando aquel momento, no pude evitar una sensación agridulce, al recordar lo acaecido en los últimos meses, cuando una vez inscrito para la IX edición de los 101 y después de haberme preparado más de un año para ello, comencé a notar unas molestias físicas que al intensificarse me llevaron por fuerza a las consultas médicas. Después de varias semanas de incerteza, en las que los problemas físicos se agudizaban, la verdad implacable había tomado forma en una sola palabra: leucemia.
Mi médico de confianza, sabedor de que me gusta afrontar las verdades por duras que sean y de que no le perdonaría que me dorase la píldora, había sido concluyente, debíamos empezar ya la quimioterapia, pues habíamos perdido unas semanas vitales para el tratamiento de la enfermedad. Por eso mi pregunta le sorprendió:
-¿Javier, puedo ir a Ronda?
-¿A Ronda, a qué?
- A la prueba de ultrafondo que te había comentado, ¿no lo recuerdas? , la que organiza la Legión y en la que hace años tengo tanta ilusión por participar; faltan tres semanas
- Debes estar loco, estamos hablando de tu vida y tú me hablas de participar en una ultramaratón….debes empezar el tratamiento ya , te prohíbo absolutamente no ya que vayas a Ronda, sino que desde ahora realices cualquier esfuerzo físico
- Me conoces y sabes que en tu criterio como médico he confiado siempre, pero tu también me conoces a mí, hace años que eres mi amigo…Voy a ir Javier y voy a acabar o a quedarme en el camino, prefiero morir en la montaña que en una cama, y al final será lo que Él decida. Correr es mi vida.
Mientras salía de su consulta aún podía oír sus voces airadas, casi desesperadas, pidiéndome un poco de cordura.
El avión aterrizó, tomé el coche de alquiler y me dirigí hacia Ronda, donde tenía reservado el hotel, ya que mi estado físico me hizo descartar dormir en el polideportivo, pues mi cuerpo se quejaba cada día más y en los dos últimos meses había perdido ocho kilos. En el trayecto y al hacer un gesto rutinario, una punzada en la zona lumbar derecha me inquietó, ya que años atrás una lesión en esa zona me había tenido dos semanas en la cama y tres meses sin poder correr.
Una vez alojado en el hotel, comí en un agradable restaurante mientras veía distraídamente el telediario, en el cual se anunció que atendiendo a las numerosas peticiones, se pondría en marcha el proceso de canonización de Juan Pablo II, cuya personalidad siempre me había impactado poderosamente.
Por la tarde, mientras recorría Ronda, los stands de la organización y recogía el material ,el ambiente previo a la prueba y la animación de la ciudad recuperaron un poco mi maltrecho ánimo y parecieron infundirme moral, pero al regresar al hotel pude comprobar que simplemente subir las escaleras me resultaba un arduo trabajo debido al dolor de espalda.
Ya en el hotel, cené ligero y me fui a mi habitación con la ingenua intención de dormir bien para estar lo más descansado posible al día siguiente, pero las horas pasaban , yo no aumentaba y conseguía dormir, el dolor aumentaba y las dudas que en las últimas semanas había conseguido frenar me asaltaron en tropel y no pude evitar las lágrimas , recordando a mi familia , mi vida, esa vida que podía estar tan cerca de su fin , las lágrimas se convirtieron en llanto desesperado cuando recordé a Dani, mi hijo de 11 años, que me había acompañado en algunos de mis entrenamientos y que aún no sabía nada de mi enfermedad; había sido fácil engañarle, diciéndole que mi aspecto demacrado y la delgadez se debían a la dureza de la preparación para la prueba.
Mi desolación era intensa cuando comprendí que por mucho ánimo y moral que acumulase el dolor de la espalda me iba a impedir ni siquiera empezar la marcha. Eran las tres de la madrugada, en mi desolación recordé el noticiario del mediodía y la figura de Karol Wojtyla…y le hablé, le hablé como lo haría con un amigo y le pedí que si está Allí arriba me echara una mano, que me dejara intentarlo y que me permitiera volver a casa para luchar por la otra carrera, la de mi vida. Mi última frase fue “Karol sólo déjame intentarlo, el resto lo pongo yo”
Desperté sobre las nueve, noté que el dolor de mi espalda había remitido mucho y recogí rápidamente la bolsa con todo el material y me dirigí al campo de fútbol, donde un cuarto de hora antes de la salida y mientras estiraba suavemente sobre la hierba, me di cuenta de que el dolor de la espalda era ya mínimo, pero el resto de mi cuerpo se quejaba de forma clamorosa.
Sonó el chupinazo, nos pusimos en marcha y tal como había planeado en los últimos días, ni siquiera intenté correr, me limité a caminar, rápido al principio, para ir bajando el ritmo a medida que pasaban las horas, hidratándome bien, alimentándome lo suficiente y agradeciendo inmensamente los marcajes kilométricos que me permitían calcular si el ritmo que llevaba me permitiría acabar dentro del límite de las 24 horas.
Sin embargo, cuando me acercaba a Setenil, sobre el Km. 55, se hacía de noche, todos los músculos de mi cuerpo me pedían parar, los mareos me sacudían periódicamente y las ampollas de mis píes convertían cada pisada en una tortura; sabía además que allí la organización tenía camiones para retornar a Ronda a los participantes que abandonaban y hacia uno de ellos me dirigía cuando un grito a mi espalda me sobresaltó:
-¡Papá, papá!
Me giré justo tiempo de ver como Dani se me echaba encima y me estrujaba con su abrazo mientras tras él Javier me observaba con una sonrisa maliciosa y me preguntaba:
-¿No me digas que ibas a retirarte?
- Por supuesto que no, sólo paraba a comer algo y a ponerle las pilas al frontal
- Adelante campeón, te esperamos en Ronda
Unos besos a Dani, una abrazo a Javier y me adentré en la noche camino de Montejaque. Supongo que mi cuerpo me dolía cada vez más, que mis ampollas se multiplicaban, pero marché como un autómata y la emoción que sentí cuando en la subida del tajo los primeros rayos de sol acariciaban la ciudad sólo fue superada por la que sentí cuando después cruzar el la meta, sellar el pasaporte, recibir el recuerdo y la admiración sincera de los legionarios, me fundí, tumbados los tres sobre los jardines de la Alameda del Tajo, con Dani y Javier en un abrazo de risas y llantos.
Estoy inscrito en la X edición, he recuperado algo de peso y la “quimio”, según Javier, funciona mejor de lo esperado; esta vez ni siquiera se ha molestado en prohibirme que participe.
Si me veis, me reconoceréis rápidamente, la “quimio” me ha dejado sin pelo, y en mi camiseta destaca la imagen de Juan Pablo II.
Nos vemos en Ronda, ¡¡¡la Legión nos une!!!"
Salud. PLUM
1 comentario:
Vaya fuerza interior que tienen algunas personas, un relato muy humano.
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